viernes, 29 de junio de 2012

Alice Adams: Booth Tarkington, Katherine Hepburn


Hoy hablaré de un escritor del que estoy segura de que nadie ha leído o siquiera oído hablar. Estoy hablando de Booth Tarkington, uno de los pocos ganadores del premio pulitzer de novela en 2 ocasiones. Pues este escritor tiene el honor de haber escrito mi 2da novela favorita de todoslos tiempos: Seventeen, de la que ya hablaré en otra ocasión.
 En 1919 ganó este premio por primera vez por: "Los magníficos Amberson", que fue llevada al cine por Orson Welles en 1942 y que recibió varias nominaciones a los Oscar. Pero para este post les voy a hablar de “Alice Adams”, novela por la cual ganó este premio por 2da vez en 1922.



 Ésta es la historia de Alice, de unos 21 años, perteneciente a una familia de clase media para abajo pero que quiere ser de clase alta. La novela empieza describiendo al señor Adams, empleado de un almacén del millonario señor Lamb, recuperándose de una enfermedad. Luego está la Señora Adams, siempre recriminando a su esposo por ser un simple trabajador y no poder ofrecerle a Alice las oportunidades que otras“chicas de sociedad” tienen. También vemos a Walter, hermano de Alice, que al contrario de ella, no le importa la opinión de los demás y trabaja también como empleado del Señor Lamb. Y por último está la protagonista de esta historia, que se prepara para una fiesta en casa de la millonaria Mildred, y supliendo con ingenio varias cosas que necesita como un nuevo vestido, flores frescas,etc.


Alice es una chica bonita, graciosa, tiene la costumbre de hablar con las manos y lo más curioso es que todas sus actitudes y gestos han sido planeados con antelación delante de un espejo. Toda su vida es una constante actuación para los demás. Es lo que se diría…una arribista…pero en ningún momento llega a hacer ninguna maldad para tratar de conseguir lo que quiere, y no cae mal en ningún momento. En la novela se explica con detalles toda la mentalidad de Alice y la verdad no pude dejar de sentirme identificada en varios momentos (o será que me creo la protagonista de todas las novelas que leo??)
Me pregunto como hizo Booth Tarkington para ponerse en la mente de una jovencia de esa edad y de crear todo ese personaje complejo que es Alice



Parece que a Katherine Hepburn también le gustaba este escritor, pues quiso llevar al cine Seventeen, pero fue convencida por la RKO de filmar esta película como la protagonista  y con George Stevens como director. Katherine Hepburn usando vestido en vez de pantalón!! Quien lo diría?? Pues la verdad este papel es todo lo contrario a lo que es ella, pero es tan buena actriz que fue nominada al oscar de 1935 por esta interpretación. Ganó Bette Davis, quien dijo que la que realmente lo merecía era Hepburn.



En el papel de galán está Fred MacMurray, un actor que la verdad no me llamaba la atención y fue recién al leer un poco de subiografía que me empezó a interesar. Resulta que fue durante mucho tiempo elactor mejor pagado de Hollywood y supo administrar bien su fortuna…peroque aún así acostumbraba llevar su lonchera para almorzar. También participa Hattie McDaniel (la de lo que el viento de se llevó...muy graciosa por cierto.


La película me pareció una excelente adaptación de una novela, en ningún momento sentí que apresuraban nada, uno llega a sentir bastante pena por la pobre Alice y todos sus disfuerzos. Es bastante fiel a la novela original…con excepción de los últimos 2 minutos…donde le cambian radicalmente el final...lo cual se debió a que los productores pensaron que poner el verdadero sería un veneno para la taquilla.



Como comentario final les diré que cuando tengan la oportunidad de adquirir cualquier libro de Booth Tarkington...no dejen de hacerlo. Tiene un estilo de narración que en ningún momento te llega a aburrir. En las 3 novelas que he leído de él se mete por completo en la mente de sus personajes, en su proceso de transformación...llegando a conocerlos como si fueran nuestros amigos. Y Alice Adams no es la excepción.

Trailer:

La escena final





viernes, 22 de junio de 2012

The Black Hills of Dakota....y un IMM?

Esta es una semana de incertidumbre para mí y no pude pensar en el tema para esta semana. Pero como no quiero dejarlos solos y abandonados, usaré un comodín que será una canción de la adorable Doris Day en Calamity Jane. Anteriormente les había regalado “Secret Love”, pero ahora les tengo “The black Hills of Dakota” de la misma película, pero interpretada con Howard Keel. Escúchenla, que es muy bonita…y dura muy poquito 3:21



Y también, tomando la idea de MAV y su esconditeperfecto, haré una presentación de mis libros adquiridos hace 2semanas. Lo increíble es que cada uno de ellos me ha costado 1 sol (0.37 centavos de dólar) y son realmente joyas.
Como se pueden dar cuenta no están en mal estado, están completas y sobre todo son originales. Aunque creo que de todas maneras le pasaré alcohol..por si acaso :p



1)       La biografía de Marie Curie: He leído las primeras 10 páginas y me ha encantado. Nuncahe leído una biografía completa (en formato de libro) pero no he podido escogermejor para empezar.
2)       Las llaves del reino (J.A.Cronin).- He visto un poco de la película de Gregory Peck y me gustó,así que cuando vi la novela la compré rápido. Tiene buenas críticas.
3)       Las florecillas de Francisco.- Siempre he querido saber más de San Francisco de Asis, así que aproveché la ocasión
4)       Abajo las armas (Bertha Von Suttner): De esta novela si no sabía nada. Pero esa editorial me gusta mucho, y ahí decía que era una premio nobel…pero buscando en mi casa resulta que era nobel de la paz!! Bueno, igual tiene buenas críticas y me sirvió para saber sobre la escritora.


En fin eso es todo…pero la próxima semana espero hablarles del libro del desafío de Dickens que leí…ya me faltan nomás 30 hojas.
Ah...Tomasita pidió salir en la foto, así que tuve que complacerla. Quizá no sepan, pero en mi casa los gatos hablan (en realidad es mi hermana que le ha puesto voz a todos) Ya tiene 11 años creo, y se ha vuelto muy renegona




viernes, 15 de junio de 2012

Me casé con una bruja 1942



Desde que vi a Kim Basinger en L.A.Confidential he querido ver alguna película de Verónica Lake. Si bien había oído hablar de ella y su mítico cabello con anterioridad, recién al ver la película me dio la curiosidad. Así que en mis últimas vacaciones aproveché en ver la película de 1942 de René Clair: “Me casé con una bruja”, ya que se encontraba disponible. 




El argumento se veía interesante: Jennifer (Verónica Lake) es una bruja quemada en la hoguera junto a su padre hace más de 200 años, por culpa de Jonathan Wooley que la delató. Pero antes ella se toma el tiempo para lanzarle una maldición que hace que ni él ni ninguno de sus descendientes sean felices en sus matrimonios. Esto se cumple, y así llegamos a la época actual (bueno, la época en la que fue filmada), donde por culpa de un rayo el espíritu de Jennifer es liberado y encuentra al último descendiente a punto de casarse Wallace Wooley (Fredric March) así que decide hacer que él se enamore perdidamente de ella para poder rechazarlo y que sufra, pero por cosas del destino es ella la que termina enamorada de él.



Verónica Lake en el papel de Jennifer es adorable, y ahora entiendo toda la magia de su cabello. Porque ella en si no es muy bonita, es un poco bajita y de cara es aceptable nomás. Pero su larga cabellera y su mágico cerquillo hace que quieras verla a cada rato. Y eso que no soy hombre!


 Ahora, Fredric March como el señor Wooley, pues a él solo lo había visto en “Los mejores años de nuestras vidas” donde hace de papá de hijos de más de 20 años, pero aquí hace de galán (lo curioso es que ambas películas nomás se llevan 4 años). Y me gustó bastante, es muy gracioso y sobre todo me convenció yo que había ido un poco predispuesta negativamente por verlo de protagonista romántico. Podemos ver también a una joven Susan Hayward, como la antipática prometida del Señor Wooley.




Algunos puntillos sueltos:


- Se acuerdan de la serie de televisión de los años 60, Hechizada? Bueno, pues estuvo basada en esta película.


James Stewart junto a Kim Novak y  Jack Lemmon hicieron otra versión parecida a esta llamada: Me enamoré de una bruja, que la verdad no me gustó mucho. En si ambas películas estuvieron basadas en la novela: The passionate Witch de Thorne Smith.


- Se dice que Fredric March y Verónica Lake se llevaban muy mal, y que él acostumbraba llamar a la película “I married a bitch” (si saben lo que significa verdad?)Y ella por su parte se ponía objetos pesados bajo la ropa para las escenas en que él tenía que cargarla. Leyendo en varias páginas web, parece que muchos actores no querían trabajar con ella, que aparte de que se demoraba para realizar una escena, era conflictiva. Pero parece que al menos con Alan Ladd si se llevaba bien.






- También pude averiguar varias cosas de Verónica Lake que tenía 20 años cuando hizo esta película. Supongo que sabían que muchas chicas de esa época copiaron su estilo, el del cabello cubriendo una parte de la cara. Y que el gobierno le pidió que cambie de corte, ya que las chicas cometían muchos errores al hacer su trabajo debido a que el cabello les quitaba visibilidad. Y parece que cuando se lo cambió su popularidad bajó un montón. Cuando estaba en sus 30 y tantos se dedicó a trabajar de mesera y cuando las revistas publicaron esto, Marlon Brando le envió un cheque de 1000 dólares masomenos (habían tenido un breve romance). Pero su orgullo pudo más y no lo cobró. Aunque si le gustaba mostrarlo a todos.




- Fredric March ganó su 2do oscar 4 años más adelante, precisamente con “Los mejores años de nuestras vidas”

No les voy a engañar, la película no es guau, la mejor película, oscar!! No lo es. Pero tampoco es mala. Si la ven sin muchas expectativas estoy segurísima que les va a encantar porque es muy romántica. Fredric March podía ser muy gracioso y yo no lo sabía.
Y si se llevaban mal en la vida real, pues entonces eran muy buenos actores porque en la película mayor química no podían tener.
La película dura poco, 1 hora 13 minutos, y está disponible para todos en youtube. Está doblada al español, cosa que en general no me gusta mucho, pero en este caso hicieron buen trabajo...Y recuerden...El amor es más fuerte que la brujería :)



sábado, 9 de junio de 2012

Una tierna historia: La humildad


A veces no dispongo del tiempo necesario para emprender el inicio de un nuevo libro, una nueva historia. Bueno, pues en esos casos leo alguna revista, libros de historia, cine, las famosas selecciones del reader digest de hace más de 50 años, etc. Y en ocasiones leo cuentos. Debo confesar que la mayoría solamente me entretiene por el momento, y nunca más los vuelvo a leer (no estoy contando los cuentos de Hans Christian Andersen, los hermanos Grimm, Charles Perrault y Oscar Wilde). Pero existen algunos cuentos, muy pocos, que leo una y otra vez y disfruto de cada párrafo, de cada línea. Uno de esos es: La humildad, de Dino Buzzati. Es bastante corto, como para leer en máximo diez minutos, por eso me atrevo a copiarlo aquí, con la esperanza de que alguien que no lo haya leído, lo haga ahora. 
La humildad:
Un fraile llamado Celestino, después de algún tiempo de vivir como ermitaño, decidió ir a vivir en el corazón de la metrópoli, donde mayor es la soledad de los corazones y más fuerte la tentación de Dios. Porque maravillosa es la fuerza de los desiertos de Oriente, hechos de piedra, de arena y de sol, donde hasta el hombre más burdo comprende su propia pequeñez ante la vastedad de la creación y de los abismos de la eternidad; pero aún más poderoso es el desierto de la ciudad, hecho de multitudes de estrépitos, de ruedas, de asfalto, de luces eléctricas y de relojes que marchan sincronizadamente y pronuncian en coro el mismo instante y la misma condena.

Pues bien, en el lugar más soberbio de esta landa aridecida, vivía el padre Celestino, raptado casi siempre por la adoración del Eterno. Y como todos conocían su cualidad de iluminado, iban a verlo, desde los más remotos parajes, personas afligidas o turbadas, para pedirle consejo y a confesarse. Al abrigo de un enorme taller mecánico logró encontrar, nadie sabe cómo, los restos de un viejo camión, cuya minúscula cabina, sin ningún vidrio sano, ay de mí, le servía de confesionario.

Una tarde, cuando ya estaba oscureciendo, y después de haber estado durante horas y horas escuchando largas enumeraciones de pecados, más o menos contritas, el padre Celestino se disponía ya a salir de su garita; mas se detuvo al ver en la penumbra a una figura desmedrada que se acercaba hacia él, con actitud penitente.

Sólo hasta que el forastero se hubo arrodillado sobre el estribo, el ermitaño se dio cuenta de que el recién llegado era un sacerdote.

—¿Qué puedo hacer por ti, pequeño sacerdote? —le dijo el ermitaño, con su voz paciente y suave.

—He venido a confesarme —respondió el hombre; y sin demora alguna, empezó a confesar sus culpas.

Celestino ya estaba acostumbrado a sufrir las confidencias de las personas, especialmente mujeres, que iban a confesarse por una especie de manía, aburriéndolo con meticulosos relatos de acciones inocentísimas. Pero nunca antes había escuchado a un cristiano tan carente de maldad. Las faltas de las cuales el sacerdote se acusaba eran sencillamente ridículas, tan fútiles, débiles y ligeras. No obstante, conociendo bien a los hombres, el ermitaño comprendió que aún faltaba lo bueno, y que el humilde sacerdote se andaba por las ramas.

—Ánimo, hijo; ya es tarde y, para ser sincero, empieza a hacer frío. ¡Vamos al grano, pues!

—Me falta valor, padre —balbuceó el sacerdote.

—¿Qué pecado has cometido? Viéndote bien, me pareces un buen muchacho. No habrás matado, puedo imaginármelo. No te has manchado de orgullo.

—Eso es —dijo el otro, con un hilo de voz casi imperceptible.

—¿Asesino?
—No. Lo otro.
—¿Orgulloso? ¿Es posible?
El sacerdote asintió, contrito.

—Pero habla, explícate, alma bendita. Aunque hoy se haga un excesivo consumo de ella, la misericordia de Dios es infinita y todavía queda mucha en su depósito; creo que con ésta puede bastarte.

El otro se decidió, finalmente:

—Se trata de esto, padre. La cosa es muy simple, pero tremenda. Soy sacerdote desde hace pocos días. Me ocupo de los oficios en la parroquia que me asignaron. Y bien...

—¡Habla, pues, criatura mía, habla! Pero si no te voy a comer, te lo juro.

—Pues bien... cuando oigo que me dicen “reverendo”... ¿qué quiere que haga?, le va a parecer ridículo, pero yo experimento una sensación de alegría como algo que me calentara adentro...

A decir verdad, no era un gran pecado. Jamás se le hubiera ocurrido confesar semejante cosa a ninguno de los fieles, ni a los sacerdotes mismos. No obstante el anacoreta, aunque muy experto en el fenómeno llamado hombre, nunca se lo esperó. Y no sabía qué decirle, pues era algo nuevo para él.

—Ejem... ejem... entiendo... No es nada bueno. Si no es el mismo demonio que te calienta por dentro, poco le falta... Por fortuna, lo has entendido por ti mismo... Y tu vergüenza deja esperar en que no recaerás... Desde luego, sería triste que siendo tan joven te dejaras infectar... Ego te absolvo.

Pasaron tres o cuatro años, y el padre Celestino ya casi se había olvidado completamente del caso cuando el sacerdote anónimo volvió a buscarlo para confesarse.

—Yo te conozco ya, ¿o me confundo?

—Es verdad.
—Déjame verte... Pero si eres tú, eres tú, a quien le gustaba que lo llamaran reverendo. ¿O me equivoco?

—Precisamente yo —dijo el sacerdote, que acaso parecía menos humilde por una especie de mayor dignidad reflejada en su rostro; pero seguía siendo tan joven y desmedrado como la primera vez. Y estaba rojo de vergüenza.

—Ay, ay —diagnosticó secamente Celestino, sonriendo con resignación—. ¿En todo este tiempo no has sabido enmendarte?

—Peor, peor.

—Casi me inspiras miedo, hijo mío. Explícate.

—Bien —dijo el sacerdote, haciendo un tremendo esfuerzo para animarse—. Es peor que antes... Yo... yo...

—Ánimo —lo exhortó Celestino, estrechándole las manos entre las suyas—, no me tengas en suspenso.

—Me sucede esto: si alguien me llama “monseñor”, yo... yo...

—Sientes satisfacción, ¿eso quieres decir?

—Sí, desgraciadamente.

—¿Una sensación de calor, de bienestar?

—Precisamente...

Pero el padre Celestino lo despachó con pocas palabras. La primera vez, el caso le había parecido muy interesante, como singularidad humana. Ahora ya no. Evidentemente —pensaba—, se trata de un pobre estúpido, un buen hombre tal vez, de los que la gente se divierte tomándoles el pelo. ¿Qué caso tenía demorar la absolución? En un par de minutos el padre Celestino lo mandó con Dios.

Y pasaron todavía unos diez años. El ermitaño ya era viejo cuando el curita volvió. Éste también había envejecido, naturalmente; más enjuto, más pálido, con los cabellos grises. En un primer momento, el padre Celestino no lo reconoció. Pero en cuanto el otro empezó a hablar, el timbre de la voz hizo despertar el recuerdo adormecido.

—Ah, eres tú el del “reverendo” y del “monseñor”, ¿o me confundo? —preguntó Celestino, con su desarmante sonrisa.

—Tienes buena memoria, padre.

—¿Cuánto tiempo ha pasado desde entonces?

—Van a cumplirse diez años.

—¿Y después de diez años, tú... sigues todavía con lo mismo?

—Peor, peor...

—¿Qué quieres decir?

—Mira, padre... ahora... si alguien se dirige a mí llamándome “excelencia”, yo...

—No digas más, hijo mío —dijo Celestino con su paciencia a prueba de bomba. Ya entiendo. Ego te absolvo.

Y pensaba, mientras tanto: desgraciadamente, con el paso de los años, este pobre cura se ha vuelto más ingenuo y simplón, y la gente se divierte aún más tomándole el pelo.

Y cae en el garlito y hasta le encuentra gusto, pobrecito. Apuesto a que dentro de cinco o seis años lo veré otra vez delante de mí, para confesarme que cuando lo llaman “eminencia”, etcétera, etcétera.

Y eso mismo ocurrió, exactamente, con un año menos de lo previsto.

Con la espantosa celeridad que todos conocen, pasó otra gran tajada de tiempo. El padre Celestino era ya tan viejo y decrépito, que debían llevarlo cargando a su confesionario todas las mañanas, y cargándolo lo regresaban a su yacija al anochecer.

¿Es necesario contar ahora con pelos y señales que el anónimo curita regresó un buen día? ¿Y cuánto había envejecido él también, más blanco, encorvado y enjuto que nunca? ¿Y cómo seguía atormentándolo el mismo remordimiento? No; evidentemente, no es necesario.

—Mi pobre curita —lo saludó con amor el anciano y venerable anacoreta—, ¿vienes aquí otra vez con tu viejo pecado de orgullo?

—Tú sabes leer mi alma, padre.

—Supongo que ahora la gente te llama “su Santidad”.

—Exactamente así —admitió el cura, con la más ardiente de las mortificaciones.

—¿Y cada vez que te llaman así, una sensación de alegría, de bienestar, de vida, te invade, como una felicidad?

—Desgraciadamente, desgraciadamente. ¿Dios me perdonará?

El padre Celestino sonrió en su fuero interno. Tanta obstinada ingenuidad le parecía conmovedora. En un santiamén reconstruyó imaginariamente la oscura vida de aquel pobre curita, humilde y poco inteligente, en una arrumbada parroquia de montaña, entre rostros apagados, obtusos y malignos. Sus monótonas jornadas, una igual a la otra, las monótonas estaciones y los monótonos años; y él cada vez más melancólico y los parroquianos cada vez más crueles. Monseñor... excelencia... eminencia ... ahora su Santidad. Ya no conocían medida las burlas de los aldeanos. Sin embargo, él no se inmutaba; esas grandes y deslumbrantes palabras suscitaban en su corazón una infantil resonancia de alegría. Bienaventurados los pobres de espíritu, concluyó para sus adentros el ermitaño. Ego te absolvo.

Hasta que un día el viejísimo padre Celestino, sintiéndose próximo a morir, por primera vez en su vida, pidió algo para sí mismo. Solicitó que lo llevaran a Roma, como fuera. Antes de cerrar los ojos para siempre, le gustaría ver, al menos un instante, San Pedro, el Vaticano y al Santo Padre.

¿Podían decirle que no? Consiguieron una litera, pusieron en ella al ermitaño y lo llevaron hasta el corazón de la cristiandad. Pero eso no fue todo. Sin perder tiempo, porque Celestino tenía ya las horas contadas, lo llevaron por las escalinatas del Vaticano y lo introdujeron, con mil peregrinos más, en un vasto salón. Lo dejaron allí, en un rincón, esperando.
Después de esperar y esperar, el padre Celestino vio que al fin la multitud se movía para abrir paso, y al fondo tan lejano del salón, una delgada y blanca figura que avanzaba. ¡El Papa!

¿Cómo era? ¿Qué cara tenía? Con horror indescriptible, el padre Celestino, que siempre había sido miope como un rinoceronte, se dio cuenta de que había olvidado sus anteojos.

Para fortuna suya, la blanca figura se acercaba, haciéndose cada vez más grande, hasta llegar precisamente a su litera. El ermitaño se enjugó con el dorso de una mano los ojos perlados de lágrimas, y los alzó lentamente. Miró el rostro del Papa. Y lo reconoció.

—Oh, eres tú, mi curita, mi pobre curita —exclamó el anciano con irresistible presencia de ánimo.

Y en la vetusta majestad del Vaticano, por vez primera en la historia, se asistió a la siguiente escena: el Santo Padre y un viejísimo fraile desconocido venido de quién sabe dónde, cogidos de la mano, sollozaban juntos.


viernes, 1 de junio de 2012

El rescate: 1956 vs 1996

Continuando con el ciclo de nuevas versiones, hoy tengo para compartir El rescate: versión 1956 vs 1996. Estoy segura que muchos han visto la versión de Mel Gibson, dirigida por Ron Howard, pero me pregunto cuántos de ustedes saben que está basada en una película protagonizada por Glenn Ford 40 años antes.

Recuerdo que primero vi la de 1956 cuando era muy pequeña todavía. Así que cuando salió al cine la de Mel Gibson, yo pensaba...ésta ya la he visto en alguna parte…me decía que podía ser Glenn Ford pero no estaba segura. Gracias a TCM pude confirmarlo.

Ambas tienen básicamente el mismo argumento, un hijo secuestrado, y un padre que se niega a pagar el rescate porque piensa que al hacerlo matarían a su hijo. Pero están enfocadas de diferente manera.

Empezaré por hacer un comparativo de los actores:
Mel Gibson vs Glenn Ford.- Al primero lo he visto en varias películas sufriendo por sus hijos (El patriota,señales, etc.) y siempre cumple con su objetivo y hace llorar y dan ganas de protegerlo. En cambio a Glenn Ford rara vez lo he visto en ese papel (y he visto varias de él) y me encantó su actuación, se nota su sufrimiento, se pone muy serio pero notamos en él toda la desesperación. Recién, casi al final, se desahoga cuando ya no puede más. En conclusión…punto para Glenn Ford!

Donna Reed vs Renne Russo.- Si bien las dos cumplen el mismo papel, se nota la diferencia de épocas. En la última versión vemos a la mamá tomando parte activa de la búsqueda de su hijo, dando opiniones e incluso encontrándose con el secuestrador a espaldas de su esposo. En cambio, Donna Reed, si bien apoya a su esposo, la mayor parte del tiempo la hacen dormir con sedantes dejándole el trabajo pesado a Glenn Ford. Pero igual las dos actrices estuvieron super bien. Punto para las dos.



Ahora, ustedes dirán…ahora compara a los secuestradores…pues no puedo! Porque en la primera versión no vemos ni oímos para nada a los malvados. Solo sabemos que están al otro lado delteléfono…pero nada más. Y ahí está básicamente la diferencia en ambas películas.

En la versión de Ron Howard, vemos mucha acción, a Mel Gibson tirándose a la piscina, rompiendo lunas de los periodistas, sangre, heridos,muertos etc. En la primera no vemos nada de eso. Nada de violencia explícita. Es más como un secuestro típico, desde que los padres se preguntan porque no ha llegado del colegio, hablando con la directora…y luego hablando de que pasa con la gente que paga los rescastes. Es más conversación y debates. Y para eso hay un papel que no aparece en la última…protagonizado por Leslie Nielsen (Ydonde está el piloto, Mr. Magoo) que hace de un periodista que se infiltra enla casa y lo dejan ahí a cambio de que posponga por un día la noticia.
Otro que no aparece es el mayordomo, que con un papel pequeñísimo a mi me logró conmover.

Algunos puntos sueltos

Las escenas que más me gustaron en ambas películas es cuando ambos padres ya no pueden más y tienen que llorar como si fueran niños. De verdad ambos son grandes actores. Aunque no puedo evitar sentir cierta predilección por Glenn Ford que es uno de mis actores favoritos, injustamente olvidado en los Oscars. Y Mel Gibson cuando estaba en pleno apogeo (antes de que se le ocurriera dejar a su esposa e insultar a su novia rusa)

- Ver a Leslie Nielsen en un papel bastante serio fue una sorpresa agradable y a la vez me permitió recordar que en su juventud hizo algunas veces de galán...era muy guapo.

- Gary Sinise, en su papel de secuestrador también me pareció genial. También sus cómplices lo hicieron muy bien.

- Hacer una comparación entre ambas películas, sirvió para darme cuenta que con un mismo argumento se pueden hacer cosas totalmente diferentes. Y además que no se necesitan ni muchos efectos especiales, ni mucha acción ni violencia para hacer una película en la que no se pierda el interés para nada.

En conclusión, debo decir que si bien me encantó la de Mel Gibson y la vi cuantas veces la pasaban en televisión, me pareció mejor la de Glenn Ford...lo cuál la hace la ganadora de este versus...a mi humilde parecer ah :)

Amigos todos, solo he encontrado la versión de 1956 en inglés en youtube pero el sonido está pésimo. Pero les pondré los videos cuando los dos lloran.